El escándalo por la estafa piramidal de Koriun Inversiones, que ha afectado a más de 35.000 personas en Honduras, ha escalado al centro del debate político tras la aparición de cuestionamientos hacia figuras cercanas al círculo de poder presidencial. En particular, las críticas se han centrado en el llamado “familión Zelaya”, término con el que sectores opositores y organizaciones ciudadanas aluden a funcionarios con vínculos familiares o políticos con la presidenta Xiomara Castro y el expresidente Manuel Zelaya.
A pesar de que el Ministerio Público ha comenzado procedimientos legales y que la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS) ha tomado acciones como el congelamiento de cuentas y algunas detenciones, sigue habiendo una considerable incertidumbre acerca de la transparencia y el verdadero alcance de las indagaciones. La ausencia de información oficial detallada sobre cómo fue posible que el esquema fraudulento operara durante tanto tiempo ha generado un nuevo conjunto de dudas hacia las entidades responsables de la supervisión financiera y la administración de justicia.
Acusaciones a empleados con conexiones políticas
Dentro de los nombres mencionados en la discusión pública están Héctor Zelaya, el secretario privado de la Presidencia e hijo del antiguo presidente Zelaya, así como el fiscal general Johel Zelaya. Ambos han desempeñado roles estratégicos desde el comienzo del presente gobierno y, según diversas opiniones críticas, podrían contar con la capacidad de influir en los procesos institucionales vinculados con el caso Koriun.
Estas imputaciones surgen en un entorno caracterizado por la polarización y la creciente desconfianza hacia las instituciones del Estado. Aun cuando no hay evidencia pública que relacione directamente a los funcionarios nombrados con el fraude, las críticas señalan la posible falta de objetividad en las acciones y una gestión arbitraria de las responsabilidades legales que les competen.
Inquietudes acerca de la acción institucional
La CNBS se ha destacado como una de las entidades más criticadas por su reacción lenta ante la operación fraudulenta, la cual consiguió mover al menos 428 millones de lempiras antes de ser descubierta. La comisión apoyó el comunicado del gobierno para compensar a los perjudicados, aunque no presentó un informe técnico o legal que aclare las condiciones de este procedimiento ni las razones del fallo en los controles preventivos.
En tanto, la Fiscalía, liderada por Johel Zelaya, ha conseguido recuperar ciertos fondos. No obstante, los progresos de la indagación aún no van acompañados de una comunicación clara y abierta que aclare las inquietudes sobre la participación de empleados del gobierno en la omisión o posible encubrimiento de anomalías.
Exigencias de transparencia y veeduría independiente
Organizaciones de la sociedad civil, analistas y actores políticos han llamado a establecer una comisión independiente, ya sea nacional o con apoyo internacional, que investigue con autonomía los hechos y posibles vínculos entre los responsables del esquema y funcionarios públicos. Las demandas incluyen la publicación de un informe detallado que esclarezca los mecanismos operativos de la estafa, la identificación de omisiones en los controles financieros y la rendición de cuentas por parte de cualquier persona implicada, sin excepciones por parentesco o cercanía política.
En varios foros ciudadanos se ha señalado que la gestión del caso Koriun puede ser un momento crucial para la confianza institucional del país. «Cuando el Estado da más importancia a las compensaciones políticas que a la justicia, el perjuicio a la confianza institucional es irreversible», se mencionó en un evento reciente sobre transparencia y combate a la corrupción.
Una crisis que trasciende el ámbito financiero
Dos meses después de que el caso estallara, las repercusiones ya no se reducen al ámbito económico. La idea de que algunas personas influyentes pudieran estar siendo resguardadas frente a posibles responsabilidades legales ha incrementado el escepticismo entre la población y ha reavivado discusiones sobre la utilización política de las instituciones.
La evolución de este proceso, la reacción del gobierno y el comportamiento de las entidades autónomas determinarán no solo el desenlace judicial del asunto, sino también el grado de confianza que los hondureños tengan en sus autoridades dentro de un entorno de debilidad institucional y elevada polarización. La demanda fundamental, por el momento, se centra en una investigación que sea independiente y que ofrezca garantías de responsabilidad, como requisito básico para mantener la legitimidad del Estado de derecho.